El método sintotérmico y la justicia sexual

Hay tantas implicaciones, tantos intereses y tan poco sentido de la justicia, que se juegan en la difusión de los métodos anticonceptivos, en Latinoamérica.

Imaginen este contexto: en Argentina ni siquiera se vende el preservativo de vagina; a un elevadísimo porcentaje de mujeres lxs profesionales de la salud las tratan de irresponsables por no usar anticoncepción hormonal (lo cual no sólo es violencia ginecológica, sino que es coerción a utilizar un método que hoy en día sabemos perfectamente cómo interrumpe nuestra salud y cambia hasta nuestra forma de tomar decisiones importantes para nuestra vida); muchísimos hombres no quieren usar preservativos y hasta cometen abuso al sacárselo durante el coito; el método sintotérmico sólo se enseña como Planificación Natural Familiar en la “liga de pareja a pareja” de la universidad católica, y una gran mayoría de ginecólogxs trata a las mujeres de ignorantes por su interés en éstos métodos, como si fueran “el método del ritmo”, cuando la ignorancia realmente es sólo de aquellxs que desconocen de qué se trata y de que no solo tiene un enorme % de efectividad anticonceptiva (99,6) sino que es el método que más soberanía les da a las personas en relación a su sexualidad y la gestión de su fertilidad.

Hace unos 5 años eramos 3 gatas locas las que practicabamos el método sintotérmico en Argentina, con la poquísima información y cursos que habían al respecto. Recuerdo haber aprendido por primera vez el método en una jornada de 5hs con una profesional de la salud y luego haber buscado hasta el cansancio algún material que disipara las 15mil dudas que me surgían en su utilización. Con los años fui encontrando y profundizando mi práctica a la vez que me especializaba en mis estudios sobre la salud de las mujeres y la medicina Ayurveda. Todo ello aquí, en el contexto de este país latinoamericano cuya tasa de devaluación de la moneda crecía a la par con la violencia de género, a la sombra de la falta de aplicación de una ley de Educación Sexual Integral ya promulgada hacía 10 años -en ese momento-.

Todo lo que pude y puedo estudiar tiene dos causas: el privilegio (de ser blanca, haber podido pagar ese estudio, hablar inglés, y haber recibido mucha ayuda) y el laburo inmenso de los feminismos. Argentina hoy en día tiene una devaluación similar a la de India y muchísimos de los avances científicos en materia de salud de la mujer y anticoncepción, no llegan. Mucho menos por vías públicas. Y somos muy pocos los agentes y espacios de difusión de ello.

Pagar un curso del método sintotérmico en dólares cuesta por lo menos medio sueldo básico argentino (y un poco más también). Y generalmente estos cursos no conocen ni contemplan -porque no son argentinos y porque no tienen una visión de justicia social- las realidades socio-económicas ni el enorme sesgo de género que tenemos aquí en relación a la anticoncepción, el acceso a los recursos económicos y tecnológicos para hacerlo, la violencia de género, el idioma, los estudios necesarios para comprenderlo, la nutrición, la violencia del sistema sanitario, y ni hablar de la necesidad de un enfoque no-binario y no-monogámico (esa es la realidad de muchísimas personas que se acercan a aprenderlo).

Es en ese espacio, en esa “grieta”, donde hace casi 3 años artículo, donde aporto, donde enseño el método, en donde todos mis privilegios hacen sentido: Al generar una interseccionalidad, un apoyo. No sólo ocupo el espacio de orientadora, agente de difusión y terapeuta (con casi 10 años de experiencia, lo cual a mis 30 años es bastante, y con más de 10 especializaciones en salud, por más que me ninguneen a lo bruto) sino una posibilidad REAL de acceso a un método anticonceptivo alucinante, no-interventivo y que además de ser efectivo, brinda herramientas para el monitoreo de la salud. Pero además, una posibilidad para que lxs profesionales de la salud aprendan e incorporen esta información dentro de su propio asesoramiento, cosa que la academia claramente no está dando y que ciertos intereses bastante extraños vienen negando o creando discursos contrarios a esa posibilidad.

El conocimiento de la sexualidad y su gestión es nuestro derecho y no es propiedad de ningún gobierno, ni médicx, ni facilitadorx, ni mucho menos de organizaciones privadas, extranjeras y religiosas que quieran bajarnos línea al respecto. Y teniendo en cuenta el contexto que vivimos, es necesario tender puentes, articular y poner energía en que la democratización de ese conocimiento sea una realidad y en que haya una comunidad que haga posible la profundización y el sostén en el aprendizaje. Hoy en día esa comunidad está en pañales y es sólo un par de grupos de whatsapp donde hay en total unas 200 mujeres que tomaron el curso del método sintotérmico conmigo. Estamos trabajando con algunas colegas para crear espacios de mayor articulación, tutoría, etc.

Una enseñanza que no contempla los contextos históricos, comunitarios, culturales ni de género, es una enseñanza que transmite una ideología meritocrática, sesgada, capitalista y patriarcal, por mucho que se lo quiera disfrazar con banderas morales sobre la “responsabilidad”.

La responsabilidad es comunitaria e inclusiva, o no es responsabilidad.

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