Corazón Arcaico

El útero aparece representado en el arte simbólico de la vieja Europa bajo muy diversas formas (huevo, pulpo, medusa, bucráneo,…) y en territorios geográficos muy distantes. Para aquellos pueblos, cuya cosmovisión se basaba en lo que Gimbutas llamaba la celebración de la Vida, el simbolismo de útero representaba, además de la matriz de la Diosa de la que surgen todos los seres vivos, la matriz sagrada de dónde nace la vida humana. Es de suponer por tanto que, en aquellas culturas matrifocales en las que la maternidad vertebraba la organización social de la comunidad, el útero fuera uno de los símbolos sagrados de mayor importancia.

¿Qué mejor invento podría hacerse para tener seguro al embrión y para que salga cuando llegue el término, que la fuerte, dúctil y elástica bolsa uterina, con su cuello que cierra firmemente y es a la vez capaz de abrirse? En este contexto situamos las contracciones uterinas para dilatar el cuello. Ahora bien, no es lo mismo mover un músculo contracturado, rígido, que está medio atrofiado por no ser usado, que mover un músculo distendido y que es utilizado habitualmente. Actualmente parimos con el útero rígido, sin elasticidad, medio atrofiado y sin que el deseo estimule la producción de oxitocina. Por eso duelen también las reglas.

La sexualidad en la que nos educan es la sexualidad de un cuerpo despiezado, escindido en cuerpo y alma. Lo que llamamos cuerpo es en realidad el subproducto de un cuerpo despiezado y en buena medida desvitalizado. La clave de esta escisión es la ruptura psicosomática entre la conciencia y el útero, como dice J.Merelo Barberá.

[…] Otro, aspecto que tiene que ver con la represión de la sexualidad femenina, que se inicia en la más temprana infancia, es la estricta educación postural que nos disciplina para sentarnos en sillas con las piernas juntas y la pelvis rígida, forzando el ángulo recto e impidiendo su posición natural y su balanceo.

La vida a ras de suelo, como todavía vemos en algunos pueblos no occidentalizados, y concretamente la posición en cuclillas, con el sacro casi tocando el suelo, las piernas dobladas y abiertas a la altura del pecho (tal y como aparece la mujer de la etnia san en la fotografía), hace que el útero quede suelto y descienda; en cambio cuando nos sentamos en una silla, se queda aprisionado. La forma de vida a ras de suelo, con su continuo agacharse y levantarse, además hace que la pelvis esté en continuo balanceo, movilizando los músculos del vientre. Sabemos que el movimiento de la pelvis desencadena el del útero; como también sucede cuando apretamos las nalgas o los muslos, cuyo roce interno acaricia las paredes uterinas y desencadena su temblor y su latido. Así mismo la forma de agacharnos cambia. 

 

Artículo original: http://www.europaindigena.com/neol%C3%ADtico/i-la-vieja-europa/4-el-%C3%BAtero-o-el-coraz%C3%B3n-arcaico/

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