Sobre la meditación

Las prácticas son como un círculo; se repiten, son circulares, reiterativas. Para trascender la mente es necesario conectar con algo que esté más allá de ésta.

La mente se concentra en la práctica y, una vez que la incorpora, se puede expandir, se relaja, la trasciende. También esto puede traer consigo aburrimiento ya que lo repetitivo aburre a la mente. Al profundizar en ello, en este círculo, al trascender el aburrimiento de la mente limitada, se abre el acceso a la mente grande, a la Consciencia.

Meditación es hacer nada y para la mente eso es paradójico. Para llegar a este estado necesitamos equilibrar el cuerpo, la mente y las emociones. Equilibrar es análogo a armonizar, a afinar estos tres aspectos en la misma frecuencia. Si no hay afinación, no hay equilibrio, no hay complementariedad, nuestra mente tira para un lado, el cuerpo para otro, las emociones hacia otro, según sus propios patrones adquiridos, el karma que nos atraviese o la energía del ambiente, ya que los astros también nos influyen y afectan.

Las prácticas nos “unifican” con nosotros mismos. Yoga, de hecho, significa “unión”. No sólo tiene que ver con las ásanas (posturas) que los occidentales conocemos como “yoga”, sino la unión del cuerpo, con la mente, con las emociones, con el Ser. Ser uno en nosotros mismos. Habitarnos completamente.

Unión también significa pasar de la ilusión de la individualidad, al entendimiento de la unidad de todos los seres con la naturaleza. Yoga significa volver a esa unidad, de la cual partimos. De las diferentes capas de existencia que son en nosotros, hacia la fuente; volver al Ser.

¿Cómo llegar allí? Mantra. A través del mantra, de la práctica, de la reiteración, de la profundización. Punah punah. Una y otra vez. Allí se da la entrega. Allí sucede la unión.