El tantra tiene una conexión fuerte con la espiritualidad, pero no en un sentido religioso… ni mucho menos en un sentido moral.
El tantra no se queda en lo binario de la moral, no le interesa lo “bueno” o lo “malo” según las creencias construidas en sociedades de antaño que siguen reproduciéndose (y mutando, pero en su base, acarrean la misma herencia castradora).
Tantra es mucho más que prácticas sexuales, si bien a occidente nos llegó de esa manera (porque vende, y porque es su parte comprensible…). Para el tantra o todo es sagrado o nada es sagrado. Con lo cual no hablamos de “sexualidad sagrada” porque sería decir que un tipo de sexualidad es sagrada y otra no. El que enseñe tantra diciendo que es sexualidad sagrada, seguramente o lo use como un gancho para que puedas conectar, o te esté queriendo vender una nueva forma de opresión, diciendote qué es aceptable y qué no según esta nueva moral.
Lo importante, para el verdadero tantra, es si estás pudiendo conectar con lo que deseas y con lo que no y pudiendo ponerlo en juego en tus espacios de intimidad (intimidad en un sentido amplio), o si estás reproduciendo una coreografía porque aprendiste que “eso es el sexo”. Y aún así, aún si estás haciendo esto último, no sos menos sagrado o más imbécil. Estás haciendo lo que podés. Otra cosa es darse cuenta de que eso pasa, y seguir abonando la huella de esa máquina extractivista de tu energía vital.
Entonces, si tantra no es sexualidad sagrada, ¿qué tiene que ver con la espiritualidad?
La espiritualidad es eso que nos conecta como seres humanos y con el entorno, con la naturaleza, con otros animales, que es básicamente el sentimiento. Para el tantra, el sentimiento es esa huella que se va formando a partir de la retroalimentación del deseo (deseo de amar y ser amadxs, deseo de ser cuidadxs y luego cuidar, deseo de placer, deseo de conexión, etc) con quienes nos cuidan y aman desde nuestros primeros años en el mundo, que va formando un sedimento psíquico a lo largo de la vida, que llamamos “alma”. En ese tiempo que llamamos “nuestra vida”, reproducimos estos modelos aprendidos en la niñez (y, con suerte, apoyo y recursos, otros modelos también, porque muchos modelos vividos y aprendidos por muchas personas son violentos, lamentablemente), abonando esa huella/sedimento/alma. Esta vivencia “más profunda” que sentimos en el corazón, eso que no solo es un sentimiento, sino que es algo que nos constituye, que es parte de nuestro ser, es esto que llamamos alma. Lamentable, a lo largo de la historia, este sentido del alma basado en el deseo/la libido, se espiritualiza y se sublima, como algo desconectado del cuerpo, como algo abstracto y mismo como algo “superior”, que nos conecta con “Dios”, por ejemplo.
Para el tantra y todos los caminos relacionados con lo somático que tengan una relación con la espiritualidad, la conexión con eso “más grande”, con el alma propia y el espíritu comunitario, existe gracias y desde el cuerpo humano, desde esa huella álmica libidinal que nuestros cuerpos crean en correlación y corregulación.
Entonces, la base de la espiritualidad es el cuerpo y es todo el fluir libidinal y la raigambre humana que podemos producir y reproducir a través de los sentimientos y la devoción que surge entre seres humanos que se conectan profundamente consigo mismxs y con otras personas.
Querés explorar tu sexualidad de una forma profunda y a la vez suave y sutil para conocer estos lugares profundos? Te invito a explorarlo en los espacios que facilito.
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