Como acompañante de procesos femeninos y pedagoga menstrual vengo observando la cantidad de mujeres, de todas las edades, que no tienen conocimiento de lo que le sucede al cuerpo en cada ciclo. Al ver la forma, tamaño, dimensión y diferentes funciones del útero por ejemplo, sus caras de asombro lo dicen todo. Así sucede también con el ciclo menstrual. Aún hay muchas mujeres que sienten rechazo, vergüenza o molestia al entrar en contacto con su propia sangre, con algo que brota del propio cuerpo. Esto es algo que sucede en general para todas las mujeres, pero quiero ahora reflexionar sobre algo que me surge a partir de conversaciones con chicas adolescentes.
En algunos casos, la llegada de la menarca (primera menstruación) sucede sin previo “aviso”; de repente un día sangran, y el pánico al ver sangre en su ropa interior las paraliza, porque nadie les contó de qué se trataba esto. Esta primera impresión es fundamental para entender qué relación van a tener con sus siguientes ciclos, y si sera saludable o no: Empezar desde el miedo, desde la sensación de que algo está mal en el cuerpo, no es para nada bueno.
Otras chicas me cuentan que la información que les llega a partir de menstruar por primera vez está en una relación directa con la posibilidad de embarazo. Este es otro modo de relacionarnos desde el miedo con nuestro ciclo y nuestra sexualidad. También nos “desinforma” acerca de las otras funciones que cumple nuestro ciclo y los órganos que intervienen para el equilibrio y bienestar de la salud. Para muchas, escuchar la palabra “menstruar” las sonroja; se sorprenden de que alguien hable tan naturalmente y sin tabúes sobre el tema. En mi propia experiencia, durante el tiempo que iba a la escuela, hacía malabares para que nadie vea cuando agarraba una toallita para ir a cambiarme al baño. Hoy en día, esto le sigue sucediendo a muchas jóvenes. Me pregunto: ¿De quién es la responsabilidad de que este conocimiento llegue a la primera infancia? Para que cada una pueda conocer no solo su anatomía y los cambios hormonales que nos suceden, sino la importancia de vivir naturalmente lo que nos sucede en el proceso de su ciclo menstrual, sin apreciaciones negativas, vergüenza, ni miedo, y mucho menos asco.
Que podamos nombrarlo, sin esconderlo, sin reprimir a la naturaleza que, por cierto, es muy sabia. Somos sangre de nuestra sangre, esto lo más primal que nos habita. Recuperemos este conocimiento y estas vivencias desde un lugar humano y saludable, por el derecho humano a acceder a una gestión natural de nuestros procesos, por el derecho a acceder a la información que por muchos años se nos negó.
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