Fotografía: Mora Lopez
El mundo espiritual y la sobrecarga del sistema nervioso.
Escribí este texto unas semanas después de haber tomado el seminario de trauma de desarrollo con la Dra. Liana Netto, profesora de la formación de Somatic Experiencing Argentina, gracias a muchos de los fabulosos insights que este seminario me brindó.
En el mundo de las terapias o psicologías alternativas, las experiencias de alta intensidad son algo común. Muchas veces se busca tocar esos estados de conexión con una fuente muy grande de energía para vivir una experiencia de sensación de disolución, o de dicha… o de poder apagar la mente y descansar. Pero, lamentablemente, llegar a sentirnos conectadxs o apagar la mente a través de este tipo de experiencias de alta intensidad puede no ser del todo saludable para nuestro sistema nervioso ni para nuestra psiquis.
Cuando transitamos experiencias que están por fuera de nuestra ventana de tolerancia, es decir, experiencias que resultan abrumadoras para nuestro por la carga que generan para nuestro sistema defensivo, nuestro sistema nervioso (SN) evalúa el grado de amenaza que implica lo que estamos viviendo y puede activar diferentes mecanismos de respuesta a esa amenaza, según cuán grande percibe que es. pero también según nuestra historia y cómo aprendimos a lidiar con estas tensiones o circunstancias de alta intensidad.
Es muy común que se active la respuesta del sistema parasimpático dorsal (congelarse, colapsar) cuando la sensación de amenaza y de falta de recursos es grande. La forma de protegernos que tiene este sistema es provocando una disociación. Para generar esto hace falta una activación de tensión interna muy grande. Más grande que la que hace falta para salir corriendo o dar pelea ante esa amenaza. El sistema dorsal produce una disociación, anestesia, falta de sensibilidad, y también falta de memoria y organización. Esto se produce por la liberación de hormonas que funcionan como morfinas internas. Obviamente estas hormonas pueden producir muchas sensaciones de placer, pero estos estados no nos están “sanando” de por sí, ya que dejan una carga de activación enorme en el sistema nervioso, que genera un círculo vicioso de sobrecarga, lo que a su vez nos lleva una y otra vez a responder a las experiencias amenazantes o activantes de la misma manera: desconectando.
El estado del SN en el cual se produce la verdadera sanación es en el parasimpático ventral, que es un estado de conexión vincular, en donde podemos hacer contacto con lo que sentimos desde un lugar de seguridad (es decir, o percibirmos o usamos herramientas para llevarnos a la percepción de la realidad, no de las memorias traumáticas que pueden interpretar tanto lo amenazante como “bueno”, así como sobredimensionar las amenazas) y en el contacto podemos atender nuestras necesidades emocionales, o como mínimo, notarlas. Esto último son las habilidades de regulación que incluyen el monitoreo tanto como la posibilidad de modificación.
En este espacio donde podemos hacer contacto a través del monitoreo interno es donde podemos habitar un estado de inmovilidad sin miedo, o más bien, de quetud con seguridad, en el cual la modificación o modulación es posible sin disociación, ubicando la necesidad de regular para arriba o para abajo (downregulation / upregulation).
Es en la conexión con las sensaciones corporales y su rol de comunicadoras y guardianas donde habitamos la presencia: una presencia relajada, la posibilidad de reaccionar si hiciera falta, la posibilidad de descansar si es necesario y el placer de sentir el cuerpo y sus delicadas sensaciones palpitantes, vivas y eróticas.
Poder regularnos, autoregularnos, corregularnos trae mucho placer, un placer en conexión, sin disociación.
Los estados de disolución/dicha que devienen de la disociación que producen procesos, ejercicios y experiencias de alta intensidad pueden desequilibrarnos mucho si no tenemos herramientas para descargar paulatinamente la carga del SN que dejan, y si nuestra ventana de tolerancia es baja por experiencias traumáticas (las cuales hemos vivido todxs en mayor o menor medida, sean de shock o sean traumas de desarrollo por las crianzas que hemos tenido).
Es por esto que recomiendo espacios sensibles al trauma para todos los procesos personales y espirituales que querramos transitar.
Sofía
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