FOTOGRAFÍA: Ximena Frabegat
Sentir la necesidad de estar siempre ocupadxs es una de las formas que toma la respuesta del sistema nervioso al trauma. Es una distracción basada en el miedo, miedo que si pararas un poco, estarías forzadx a sentir y darte cuenta.
Dra Sarah Sarkis
La primera vez que noté que esto me pasaba fue en 2015, cuando dejé la vida de relación de dependencia y universidades, para dedicarme al 100% a lo que amaba. Pensé que me iba a sentir feliz, y si bien estaba entusiasmada…me empecé a sentir muy mal y me sentí muy perdida.
Me dediqué arduamente a encontrarle el sentido a mi malestar, al mismo tiempo que trataba de atenderlo, abrazarlo, mitigarlo. Hice un millón de terapias y cursos, fui y vine a las sierras… nada mitigaba del todo mi gran malestar de fondo.
10 años después, entiendo mucho mejor lo que me estaba pasando.En una buena parte tenía que ver con que me estaba encontrando con una locomotora enorme a toda velocidad estampándose contra sus propios frenos. Todo lo que había postergado sentir y procesar durante mi vida -corta, pero no exenta de traumas- estaba brotando para ser sentido, y mi cuerpo estaba reaccionando y temblando ante tanto trauma e hiperestimulación. Nunca había tenido el tiempo y espacio para registrar cuán mal me hacía esa forma de vivir porque siempre tuve el chip de tener que. No es que económicamente no lo necesitara, porque sí. Pero el cómo, el cuánto… Nunca me lo planteé porque, claro, era una manera de darle sentido a mi vida, y también, hacer algo con mi dolor.
Pienso en la dificultad de salir de ese bucle hiperproductivo e hiperestimulante, cuando aprendimos que el valor pasa por cuánto hacemos, producimos y demostramos; cuando aprendimos que no somos suficientes. Pero sentirse dignx de existir y sentir no va a venir de demostraciones ni de certificaciones, mucho menos de likes ni seguidores, ni de estar todo el tiempo ocupadxs (en ser vistxs o en no-sentir). La sensibilidad y la validación se construye con los recursos humanos: los propios y los comunitarios.
Por más que durante siglos nuestras mentes hayan sido adiestradas para pensar que debemos producir y demostrar, nuestro cuerpo es un mamífero y sabe perfectamente que es digno de vivir, de explorar, de sentir placer y de expandirse.
Hacer el proceso de encarnar esa autoridad del cuerpo para madurar, para atender y sintonizar con nuestras necesidades, es uno de los procesos más evolutivos que tuve y tengo la suerte de vivir. Este proceso lleva tiempo y necesita de espacios validantes, sensibles al trauma, amorosos, poblados de herramientas y de comunidad para poder ser llevado adelante.
Eso buscamos construir en la Iniciación al Tantra: un comienzo -o continuidad- del encuentro con la necesidad, el deseo y el placer como una trinidad interdependiente de la vida humanizada.
Con amor,
Sofía
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